Feeling Down
Durante estos últimos días me he sentido un tanto chungalé, que en gaditano viene a significar, más o menos, que me encuentro al borde de la depresión, con todos los síntomas incluidos. Y lo verdaderamente preocupante es que no tengo ni puñetera idea de por qué estoy así. Quiero decir, no tengo problemas acuciantes a los que no les veo solución; no me ha sucedido nada desagradable (después de tres semanas de vacaciones, ya me dirán), y la familia bien, gracias. El curro no puede ser. Ser profesor es muy estresante, pero dos días no bastan para machacarte las neuronas: hacen falta un par de semanas por lo menos.
Así que me veo en la extraña encrucijada de no saber cuál es la causa de que esté colgando al borde de la angustia y la ansiedad. Podría preguntarle a Van Doren, que es experto en estas lides (y en muchísimas más), pero le veo demasiado ocupado arreglando el mundo. Por lo tanto esperaré a que la situación sea insostenible. De momento no se ve peligro en el horizonte, sólo una ligera desazón.
Puede que sea que no consigo escribir. Para mí es como un vicio, como cuando te mueres por fumarte un cigarrillo y no tienes tabaco a mano, y, desde que acabé la puta novela, no he conseguido esbozar cuatro ideas seguidas más allá de esta bitácora. Me falta el aire, y ese cosquilleo malsano que te provoca ser el Amo de Títeres de unos personajes que han nacido en tu interior, esa sensación casi divina del poder creador de universos. Es una opción, pero, sinceramente, no creo que sea para tanto.
Más bien, me inclino por el agotamiento emocional que me provocan las pasadas fiestas. Ustedes son muy dueños de sentir lo que les venga en gana, faltaría más, pero yo, como mi buen amigo Ángel Torres, cada vez soporto menos esa exaltación del consumismo disfrazada de rito (pagano y religioso a partes iguales), esa exhibición de materialismo (como soy un perfecto idiota, no puedo quitarme de la cabeza que más de la mitad del planeta se muere de hambre mientras nosotros nos inflamos de langostinos), esa podredumbre moral que nos lleva a identificar cariño con tarjeta de crédito Una tontería, se lo concedo, aunque todo vemos la realidad desde prismas bien distintos.
Quizá todo se reduzca a una saturación, a la incapacidad de procesar un flujo de datos demasiado denso. La doctora que me atiende normalmente (que, encima, es compañera de trabajo), dice que quizá he sufrido demasiado stress últimamente pongamos en los últimos cinco años, y que la mente tiene un límite, que llega un día en que se niega a seguir trabajando bajo esta presión brutal a la que nos somete la sociedad en que vivimos. En ese momento caemos, y a ver quién nos levanta.
Pásenlo bien.
Así que me veo en la extraña encrucijada de no saber cuál es la causa de que esté colgando al borde de la angustia y la ansiedad. Podría preguntarle a Van Doren, que es experto en estas lides (y en muchísimas más), pero le veo demasiado ocupado arreglando el mundo. Por lo tanto esperaré a que la situación sea insostenible. De momento no se ve peligro en el horizonte, sólo una ligera desazón.
Puede que sea que no consigo escribir. Para mí es como un vicio, como cuando te mueres por fumarte un cigarrillo y no tienes tabaco a mano, y, desde que acabé la puta novela, no he conseguido esbozar cuatro ideas seguidas más allá de esta bitácora. Me falta el aire, y ese cosquilleo malsano que te provoca ser el Amo de Títeres de unos personajes que han nacido en tu interior, esa sensación casi divina del poder creador de universos. Es una opción, pero, sinceramente, no creo que sea para tanto.
Más bien, me inclino por el agotamiento emocional que me provocan las pasadas fiestas. Ustedes son muy dueños de sentir lo que les venga en gana, faltaría más, pero yo, como mi buen amigo Ángel Torres, cada vez soporto menos esa exaltación del consumismo disfrazada de rito (pagano y religioso a partes iguales), esa exhibición de materialismo (como soy un perfecto idiota, no puedo quitarme de la cabeza que más de la mitad del planeta se muere de hambre mientras nosotros nos inflamos de langostinos), esa podredumbre moral que nos lleva a identificar cariño con tarjeta de crédito Una tontería, se lo concedo, aunque todo vemos la realidad desde prismas bien distintos.
Quizá todo se reduzca a una saturación, a la incapacidad de procesar un flujo de datos demasiado denso. La doctora que me atiende normalmente (que, encima, es compañera de trabajo), dice que quizá he sufrido demasiado stress últimamente pongamos en los últimos cinco años, y que la mente tiene un límite, que llega un día en que se niega a seguir trabajando bajo esta presión brutal a la que nos somete la sociedad en que vivimos. En ese momento caemos, y a ver quién nos levanta.
Pásenlo bien.
9 comentarios
pokapeski -
Parece que el gran Juaki ya ha encontrao otra vez el camino, mehón pa no'otro.
severino -
starhawk -
¿Hace una alguna otra cosa en la vida?.
:(
Van Doren -
De mi triste experiencia -que tú conoces bien- de cientos de horas de espera en todos los médicos a los que asistí durante mi enfermedad tan solo saqué una cosa en claro: la lucha es lo único que te mantiene vivo y, aunque suene muy duro -que sé que lo es- quien tiene a personas a su cargo no puede permitirse el lujo de a veces mandarlo todo al carajo durante un tiempo.
Hold on, dude, there´re many people who still believe in you.
starhawk -
Y gueno, las depres, disfrútalas también, que mientras no sean gordas, también tienen su morbo...
un abrazo apretao, mostruo, no nos fartes, que vamos a leer si no... :( :( :(
pokapeski -
Yo lo que hago si no tengo na pa entretenerme es intentar cosas que nunca he hecho antes que no requieran sustancias lubricantes para su practica. de vez en cuando te diviertes bastante asi y relajas la miente.
el mismo del de antes, es decir Mr Bean. -
el mismo de antes. -
Mister Bean -